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El desarrollo de la creación literaria en general requiere de mucho esfuerzo. Para el poeta debe ser un trabajo de tiempo completo, ya en sus más íntimas maquinaciones imaginativas, ya en su habilidad para transformarlas, a través de la palabra, en alguna pieza viva destinada al espectador.

Averiguación y entereza para descubrir nuevos materiales y artilugios retóricos, pericia para concatenarlos en infinitas mezclas y variaciones, arte para encontrar y condensar la idea, y desde luego, valentía de acción y pensamiento por parte del poeta para llevar a la obra hasta sus últimas consecuencias.

Minúsculo pensamiento, a mi estatura, (primera de cinco entregas), es, en efecto, uno de estos libros valiosos en que su autor, Francisco Noé Padilla Zárate, ha sabido conjugar un metódico trabajo lingüístico, y una clara pasión y amor por la poesía.

En la arquitectura de sus composiciones se aprecia una fascinación por la brevedad; el propósito se hace evidente al conseguir, por medio de sus versos, la objetividad de la propia idea central mediante una acertada economía del lenguaje.

En una suerte de fotografía literaria, ese momento, esta sensación, o aquel deseo, se transmiten de manera orgánica al lector, alcanzando así una cíclica y recíproca experiencia estética.

En uno de sus poemas nos comenta:

 

El haikú evitó

mi caída en la oscuridad

de la locura.

 

¿Acaso para Padilla Zárate, rapsoda mixteco oaxaqueño, este aparentemente simple ejercicio de composición, este remedio psíquico, esta cápsula de placebo infalible lo pudo haber salvado de esa terrible imagen?

Parece ser que sí, como indudablemente a cualquiera de nosotros, menesterosos, podrá salvarnos, y acaso curarnos de cualquier otra manía, la literatura.

En otro poema, sentencia:

 

Poesía libertaria

amante soberana

de mil caminos.

 

En una suerte de supremo juez literario, el sincero poeta se yergue, y en un plumazo de tres versos decreta, así y para siempre: Sea dado el poder absoluto que ostenta a la palabra.

Doctorado en Derecho Penal por la Universidad Nacional Autónoma de México, Francisco Noé, satisfecho, se desprende de esta obra con total libertad. Avienta su libro hacia el exterior de sí, hacia este momento de caos y desigualdad que vivimos y en donde parece ser que lo menos importante es justamente la poesía.

Y nos comparte, a pesar de ello, una luz. Nos obsequia una serie de composiciones contundentes: derechazos rotundos para remover la conciencia; estuches individuales cuyas sorpresas pueden despertar los más recónditos deseos; evocadores flashazos para resucitar a nuestra memoria; y dardos cargados que dan justo en el blanco de la imaginación.

A bordo de una lírica carabélica, intrépido el poeta conquistador nos invita a navegar por un océano de tópicos universales, donde uno no podrá resistirse y se dejará llevar siempre por la marea del amor y el desamor; se enfrentará con pena a la nostalgia; desvelará, no sin temor, a la incredulidad; y arremeterá sin piedad contra aquellos diques de la libidinosidad.

Algunas de las obras de Padilla, han tenido ya la fortuna de viajar a través de las redes sociales en internet, y por fortuna, para quienes añoran la textura del papel y el olor de la tinta, se ha editado este bello ejemplar que contiene más de 120 poemas listos para su goce y disfrute.

Mención aparte es el gran orgullo con que se conduce el autor, precisamente por sus raíces, y que así se ve reflejado en su obra, por las temáticas y la riqueza de su lenguaje. Actitud admirable no sólo como escritor sino como persona: de estilo rebelde, amigo generoso, promotor cultural y gran conversador.

De manera humilde ha titulado el autor a su libro. Nada tiene de minúsculo su pensamiento, y mucho menos su estatura.

***

*Prólogo del libro.

 

El presente texto fue publicado originalmente en la página de la revista literaria Sombra del Aire.

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